A medianoche estoy en la cama. No me duermo. El corazón me palpita con fuerza, estoy inquieto.
Por la tarde hablé por telefono con mi novia. Problemas. Es difícil llevar una relación a distancia, sobretodo cuando somos tan diferentes. La charla empezó como siempre, pasando revista a nuestros respectivos sábados. Todo iba bien hasta que la nostalgia y el deseo nos llevó al terreno de lo carnal.
Le encanta preguntarme si me masturbé ese día, mientras se toca al otro lado del teléfono. Me pregunta los detalles, cuando lo hice y en que pensé. Gracias a esos interrogatorios y a algunas pesquisas en mi ordenador sabe muchas cosas de mi, quizás demasiadas para que lo nuestro funcione. El tiempo lo dirá.
Me pregunta si ya me masturbe hoy. Respuesta negativa. ¿Y ayer? Sí, ayer sí. ¿Cuantas veces? Dos. ¿En quién pensaste?
Tengo un problema.
Prefiero mentirle y contarle una verdad a medias. En ti, pensé en ti. Ella sabe que me masturbo pensando en ella y en todas nuestras amigas. Eso por no hablar de mi fantasía preferida, mi ex. La siguiente pregunta es inevitable. ¿Y en quien más? Le respondo que en una amiga de los dos. Creo que se ha dejado de tocar. Se pone celosa. Me dice que no le gusta que me pajee pensando en alguien tan cercano. Se pone triste.
Se trata solo de fantasías, pero a ella le afectan y la distancia hace de las suyas. Me pongo trascendental. Le explico que mis ensoñaciones no tienen comparación con el sexo que tenemos. Que cuando follamos es maravilloso, porque está aderezado de sentimientos. Recurso fallido. La percibo distante. Me cambia de tema y nos despedimos de forma fría.
Ahora estoy en la cama a medianoche.
Estoy inquieto y excitado. Me preocupan los sentimientos de mi pareja, pero también me siento sabroso, con ganas de rumba.
Me acuerdo de la última vez que mi ex y yo follamos. El rabo se me pone durísimo. Estamos en un sofá y ella acaba de dar carpetazo a la relación. Estoy jodido, pero la deseo más que nunca. Ese soy yo, jodido, pero cachondo.
La apreto contra mí y noto que ella también tiene ganas de follar. Le acaricio las tetas por encima del sujetador.
Mi imaginación ya vuela a otra situación. Al futuro. Estoy con mi chica, los dos desnudos en su habitación. Le vendo los ojos y la hago sentarse en el borde de una silla. La noto muy excitada. El hecho de no verme la pone en órbita. Le abro las piernas y entre caricias mi lengua aterriza en su coñito. Es un manantial, siempre lo es.
Un consolador surge de alguna parte. Ahora está bien ensartada en la máquina. Vibra dentro de ella mientras me aplico en lo mío. Se corre como una loca.
Mis pensamientos son un carrusel. Vuelvo a pensar en mi ex. A su casa llega un regalo anónimo. Me la imagino abriendo el paquete y su sorpresa. Un consolador descomunal, de aspecto agresivo, con todo tipo de protuberancias. Viene acompañado de una nota con una dirección mail.
Ahora está en su cama, con la bestia en sus entrañas, vibrando salvajemente. Lo se porque me lo cuenta en su email. Gozadora con ese monstruo que la taladra.
Demasiado para mi. El que se corre soy yo.
Me quedo a gusto y pienso que ahora sí, que ahora dormiré tranquilo.
Pero por lo visto no.
Por la tarde hablé por telefono con mi novia. Problemas. Es difícil llevar una relación a distancia, sobretodo cuando somos tan diferentes. La charla empezó como siempre, pasando revista a nuestros respectivos sábados. Todo iba bien hasta que la nostalgia y el deseo nos llevó al terreno de lo carnal.
Le encanta preguntarme si me masturbé ese día, mientras se toca al otro lado del teléfono. Me pregunta los detalles, cuando lo hice y en que pensé. Gracias a esos interrogatorios y a algunas pesquisas en mi ordenador sabe muchas cosas de mi, quizás demasiadas para que lo nuestro funcione. El tiempo lo dirá.
Me pregunta si ya me masturbe hoy. Respuesta negativa. ¿Y ayer? Sí, ayer sí. ¿Cuantas veces? Dos. ¿En quién pensaste?
Tengo un problema.
Prefiero mentirle y contarle una verdad a medias. En ti, pensé en ti. Ella sabe que me masturbo pensando en ella y en todas nuestras amigas. Eso por no hablar de mi fantasía preferida, mi ex. La siguiente pregunta es inevitable. ¿Y en quien más? Le respondo que en una amiga de los dos. Creo que se ha dejado de tocar. Se pone celosa. Me dice que no le gusta que me pajee pensando en alguien tan cercano. Se pone triste.
Se trata solo de fantasías, pero a ella le afectan y la distancia hace de las suyas. Me pongo trascendental. Le explico que mis ensoñaciones no tienen comparación con el sexo que tenemos. Que cuando follamos es maravilloso, porque está aderezado de sentimientos. Recurso fallido. La percibo distante. Me cambia de tema y nos despedimos de forma fría.
Ahora estoy en la cama a medianoche.
Estoy inquieto y excitado. Me preocupan los sentimientos de mi pareja, pero también me siento sabroso, con ganas de rumba.
Me acuerdo de la última vez que mi ex y yo follamos. El rabo se me pone durísimo. Estamos en un sofá y ella acaba de dar carpetazo a la relación. Estoy jodido, pero la deseo más que nunca. Ese soy yo, jodido, pero cachondo.
La apreto contra mí y noto que ella también tiene ganas de follar. Le acaricio las tetas por encima del sujetador.
Mi imaginación ya vuela a otra situación. Al futuro. Estoy con mi chica, los dos desnudos en su habitación. Le vendo los ojos y la hago sentarse en el borde de una silla. La noto muy excitada. El hecho de no verme la pone en órbita. Le abro las piernas y entre caricias mi lengua aterriza en su coñito. Es un manantial, siempre lo es.
Un consolador surge de alguna parte. Ahora está bien ensartada en la máquina. Vibra dentro de ella mientras me aplico en lo mío. Se corre como una loca.
Mis pensamientos son un carrusel. Vuelvo a pensar en mi ex. A su casa llega un regalo anónimo. Me la imagino abriendo el paquete y su sorpresa. Un consolador descomunal, de aspecto agresivo, con todo tipo de protuberancias. Viene acompañado de una nota con una dirección mail.
Ahora está en su cama, con la bestia en sus entrañas, vibrando salvajemente. Lo se porque me lo cuenta en su email. Gozadora con ese monstruo que la taladra.
Demasiado para mi. El que se corre soy yo.
Me quedo a gusto y pienso que ahora sí, que ahora dormiré tranquilo.
Pero por lo visto no.