Línea caliente.

Viernes noche en una ciudad extraña. Última hora, de camino al último bar. Mi chica me llama al móvil. Le gusta llamarme cuando va de camino a casa, dice que así no se aburre en el trayecto. La acompaña Laura, su compañera de piso.

"Oye... creo que soy lesbiana... (risas) Hoy en los baños Lau y yo nos hemos acariciado... los pezones." La otra chica es muy atractiva. Alta, esbelta, pelo largo y liso, ojos bonitos... y una cachonda mental. Son un par de terroristas, y esa noche han decidido que voy a ser su víctima. Seguro que han estado acariciándose... ellas son así. La conversación continúa por el manos libres. Pido datos.

"Nos hemos sobado las tetas... nos ha encantado... oye... (risas) no te pongas celoso, pero vamos a dormir juntas."  Suelen hacerlo a menudo. Ella sabe que mi imaginación se desboca por cosas sin importancia, y se encarga de acercarle candela a la dinamita.

"Hoy tengo ganas de comerle el coñito a Lau... ¿Que te parece?" Risa nerviosa, trago saliva. "No son cuernos, porque es con ella, ¿no crees?" Le salgo con evasivas, intento ganar tiempo. Me conoce como si me hubiese parido y sabe que ahora me tiene comiendo de su mano. Me está tomando el pelo, pero no estoy seguro del todo. O no quiero estarlo. Siento celos, pero mi mente ya está fabricando un sinfín de imágenes erotizantes. 

"Además ya lo hemos estado hablando y cuando vengas vamos a hacer un trío. ¿Que te parece? Porque a ti te gusta Laura, ¿no? Tú te haces pajas con ella, ¿a que si?" Creo que balbuceé que si, pero no lo recuerdo, ella continuó a la carga. "¿Te apetece follártela? Si hacemos un trío quiero que sea con ella." A esas alturas deseo que esté hablando en serio, aunque se que en realidad no. Laura me dice seductora: "El próximo finde lo probamos, está semana no te hagas pajas ¿vale?" Mi chica me sentencia: "Te vamos a dejar sequito" (risas de las dos). A esas alturas está claro que se trata de una broma, pero no dejo de imaginármelas en la cama, besándose, acariciéndose las tetas, comiéndose la una a la otra. O ya puestos, las dos arrodilladas comiéndome la polla. Las posibilidades me superan, me abruman... No puedo pensar, estoy bloqueado.

Al día siguiente vuelvo a hablar con mi novia. Se ríe de mí, claro. Sabía que picaría el anzuelo, que estaría toda la noche intranquilo, excitado, imaginándolas. Me conoce a la perfección y sabe cuando y cómo pincharme. Y me encanta. 

 
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