Hace pocos días entré en una tienda de antigüedades. Soy amigo de los trastos viejos, valiosos o no, fetichista de las ediciones príncipe, acaparador de curiosidades, amante del viejo siglo XIX.
Me puse a mirar un album de fotos buscando estampas antiguas de mi región. La mayoría de las fotos eran postales antiguas de monumentos o estampas folclóricas de escaso interés. Sin embargo, ¡shock! la segunda parte del album estaba llena de fotos eróticas. Fotos de fines del XIX y principios del XX.
Me puse a mirar un album de fotos buscando estampas antiguas de mi región. La mayoría de las fotos eran postales antiguas de monumentos o estampas folclóricas de escaso interés. Sin embargo, ¡shock! la segunda parte del album estaba llena de fotos eróticas. Fotos de fines del XIX y principios del XX.
Tragué saliva y empecé a pasar las páginas hipnotizado. Veía a aquellas mujeres bellísimas, de hace cien años, y no podía evitar desearlas, contemplarlas y disfrutar de sus cuerpos. Me estaba poniendo bastante cachondo. Disponiendo de millones de fotos en internet, sexo a la carta, aquellas que tenía en mis manos me estaban poniendo a mil.
Y eso me hizo reflexionar. Cada uno tiene sus resortes, algunos de ellos conocidos y otros ocultos, que abren puertas al erotismo. Descubrir esos resortes es una de las experiencias más placenteras que hay.